CONVERTIRSE EN LAGO


Un anciano maestro hindú, cansado de las quejas de su discípulo, le mandó una mañana a por sal. Cuando hubo regresado, le ordenó echar un puñado en un vaso de agua y que se lo bebiera todo. Entonces le preguntó qué tal sabía.

— ¡Muy fuerte! —, respondió el joven.

El maestro sonrió y, acto seguido, le dijo que echase la misma cantidad de sal en el lago. Los dos caminaron en silencio hasta allí y el joven tiró la sal en el agua. El anciano le ordenó que bebiera del lago. Y después de un largo trago, le preguntó qué tal sabia.

— Mucho más rica y refrescante.

— ¿No notas la sal? —, le preguntó el maestro.

— No —, respondió el discípulo.

El anciano se sentó entonces junto al joven y con mucha ternura le explicó:

— El dolor de esta vida es sal pura. La cantidad de dolor es la misma, pero la amargura depende del recipiente donde lo metemos. Así, cuando experimentes dolor, lo único que tienes que hacer es ampliar la comprensión de las cosas. Puedes dejar de ser un vaso para convertirte en un lago.

LA LUZ DEL MUNDO



CIERTO DIA, EL FOSFORO LE DIJO A LA VELA....

• Hoy te encenderé.

• ¡Oh no!, dijo la vela, tú no te das cuenta que, si me enciendes, mis días estarán contados; no me hagas una maldad de esas.

• ¿Entonces tú quieres permanecer así toda tu vida? ¿Dura, fría y sin haber brillado nunca? preguntó el fósforo.

• ¿Pero tienes que quemarme? Eso duele y además consume todas mis fuerzas, murmuró la vela.
Entonces respondió el fósforo:


• ¡Tienes toda la razón!. Pero esa es nuestra misión. Tú y yo fuimos hechos para ser luz y lo que yo como fósforo puedo hacer es muy poco, mi llama es pequeña y mi tiempo es corto. Pero si te paso mi llama, habré cumplido con el propósito de mi vida; yo fui hecho justamente para eso, para comenzar el fuego.


Ahora, tú eres una vela y tu misión es brillar. Todo tu dolor y energía se transformará en luz y calor por un buen tiempo.


Oyendo eso, la vela miró al fósforo que ya estaba en el final de su llama y le dijo:


• ¡Por favor, enciéndeme!


Y así produjo una linda y brillante llama.


Así como la vela, a veces, es necesario pasar por experiencias duras, experimentar el dolor y sufrimiento para que lo mejor que tenemos surja, sea compartido y podamos ser LUZ.


Recuerda que "mar calmado no hace buenos marineros", los mejores son revelados en las aguas agitadas.


Entonces, si tuvieras que pasar por la experiencia de la vela, recuerda que servir y compartir el amor es el combustible que nos mantiene vivos.


¡Eres la luz del mundo y tu misión es irradiar esa luz!


Nunca olvides que siempre debemos ser luz. Una luz que guíe, no que opaque o ciegue.


Brilla para dar brillo!

La vida...




“La vida te aleja de las personas que amas, hasta que comprendes que no somos este cuerpo, sino el alma que él contiene. La vida se ríe de ti tantas veces, hasta que dejas de tomarte todo tan en serio y te ríes de ti mismo. La vida te rompe y te quiebra en tantas partes como sean necesarias para que por allí entre la luz.

La vida te enfrenta con rebeldes, hasta que dejas de tratar de controlar. La vida te repite el mismo mensaje, incluso con gritos y bofetadas, hasta que por fin escuchas. La vida te envía rayos y tormentas, para que despiertes. La vida te humilla y derrota una y otra vez hasta que decides dejar morir tu EGO. La vida te niega los bienes y la grandeza hasta que dejas de querer bienes y grandeza y comienzas a servir. La vida te corta las alas y te poda las raíces, hasta que no necesitas ni alas ni raíces, sino solo desaparecer en las formas y volar desde el Ser. La vida te niega los milagros, hasta que comprendes que todo es un milagro. La vida te acorta el tiempo, para que te apures en aprender a vivir. La vida te ridiculiza hasta que te vuelves nada, hasta que te haces nadie, y así te conviertes en todo.

La vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar. La vida te lastima, te hiere, te atormenta, hasta que dejas tus caprichos y berrinches y agradeces respirar. La vida te oculta los tesoros, hasta que emprendes el viaje, hasta que sales a buscarlos. La vida te niega a Dios, hasta que lo ves en todos”.

Bert Hellinger

EL ÁRBOL DE LA ANSIEDAD



El Árbol de la ansiedad


Durante los procesos de duelo, la angustia y las preocupaciones son normales y su carga energética a nivel corporal nos hace sentirnos mal, con opresión en garganta y pecho y todos los síntomas que ya conocemos.

La ansiedad dicen que es contagiosa. Por una parte los seres humanos somos capaces de percibir intuitivamente por medio de la coherencia cardiaca, el estado de ánimo de nuestros seres queridos, aunque estos intenten disimularlo. Por otra parte, la angustia se propaga por nuestro interior en forma de pensamientos negativos, creando más preocupación.

La angustia se manifiesta en el duelo como un sentimiento vago de no ser capaces de enfrentarnos a lo que vendrá después de la partida del ser amado… el propio temor a los pensamientos y sentimientos que nos azotan como un huracán, nos alejan de nuestro equilibrio creando más incertidumbre, miedo e incluso pánico al futuro.

Para mucha gente que está a nuestro alrededor nuestra ansiedad les parece exagerada, irreal y hasta absurda al paso del tiempo; mientras que la suya les parece real y válida cuando les pasa algo parecido.

La ansiedad aparece en todo duelo o crisis que nos lleve a “envenenarnos mentalmente” y  perder el contacto con la realidad y la lucidez que proporciona “ver las cosas tal como son” y no cómo nos las imaginamos.

La ansiedad nos da la oportunidad de mirar hacia esa puerta interior que nos lanza hacia un descubrimiento de un nuevo y extenso grado de consciencia. La puerta del autoconocimiento corporal, emocional, mental y espiritual.

La angustia en principio es un mecanismo protector normal que nos recuerda que tenemos que detenernos, ver, escuchar y después proceder conscientemente.

Vamos a ver estas etapas de este STOP consciente:

  1. Detenernos (S): La ansiedad nos dice que no estamos lo suficientemente conscientes. Actuar inconscientemente nos hace reducirnos a reaccionar como un ordenador y nos deshumaniza. Al sentir los primeros síntomas de angustia  paramos la actividad que estábamos haciendo.
  2. (T) tomamos unas respiraciones profundas para ver y escuchar atentamente a nuestro cuerpo y pensamientos. Si no vemos ni escuchamos esta señal de alarma que nuestro Ser nos envía, seguiremos viviendo el sufrimiento de la inconsciencia.
  3. (O) Observamos sin emitir ningún juicio las sensaciones corporales donde sea más clara la angustia (pecho, garganta, nuca, etc..) tras unas respiraciones en las que aceptamos esos “síntomas” de inconsciencia sin juzgar los pensamientos que puedan venir, terminamos masajeando con cariño esa zona. Ahora con ese sentimiento de aceptación, elevamos nuestra consciencia y nos hacemos conscientes de nuestra naturaleza espiritual como cada cual sienta o crea… Ahora imaginad un hermoso árbol (El árbol de la sabiduría interior) con bellas ramas, lo abrazamos y depositamos en él esa ansiedad física y emocional (como el del cuento que más bajo tenéis ) La intención sincera nos lleva a ese estado transcendente, donde el simbolismo subconsciente nos ayuda a soltar todo aquello que no es real, pero que lo vivimos como si así fuera...
  4. (P) luego regresamos con atención al momento Presente, a nuestra actividad con la refrescante Presencia Lúcida que nada juzga y todo acepta y que nos muestra que la Paz Profunda siempre habita en nuestro interior, pues en él estamos todos unidos a Dios.

Reconozcamos que todo lo que experimentamos, tanto lo que llamamos agradable o desagradable desde la mente dual, nos lleva en última instancia a alcanzar  el preciado ARTE DE SER.

Os dejo con este cuento milenario sobre el árbol de la ansiedad.

Vuestro compañero de la senda del medio, Guillermo.

CUENTO DEL ÁRBOL DE LA ANSIEDAD

“El Emperador Wang contrató a un carpintero para restaurar una antiguo templo. Como el Emperador era una persona muy controladora y perfeccionista y le preocupaba que el trabajo no se estuviera haciendo bien, decidió pasarse por el templo, para ver cómo iban las obras.

Al final de la jornada, se dio cuenta de que el carpintero había trabajado mucho, a pesar de que había sufrido varios contratiempos hoy y los días anteriores según se había informado. Para completar el día, su buey murió de viejo y el Emperador se ofreció a llevarle a su casa.

El carpintero no habló durante todo el trayecto, visiblemente enojado y preocupado por todos los contratiempos que había tenido a lo largo del día. Sin embargo, al llegar invitó al Emperador a conocer a su familia y a cenar, pero antes de abrir la puerta, se detuvo delante de un pequeño árbol, tomó unas respiraciones profundas, lo abrazó con delicadeza, acarició con infinita ternura sus ramas durante pocos minutos y terminó con un gesto de gratitud.

Cuando abrió la puerta y entró en la casa, la transformación era radical: parecía un hombre feliz. La cena transcurrió entre risas y animada conversación. Al terminar la velada, el carpintero acompañó al Emperador al exterior. Cuando pasaron por delante del árbol, este le preguntó:

– ¿Qué tiene de especial ese árbol? Antes de entrar estabas enojado y preocupado y después de tocarlo eras otro hombre.

– Ese es el árbol de la ansiedad – le respondió el carpintero. – Soy consciente de que no puedo evitar los contratiempos en el trabajo pero no tengo por qué llevarme las preocupaciones y ansiedades a casa. Cuando llego, le pido permiso para tocar sus ramas, dejar ahí toda ansiedad y preocupación y las recojo a la mañana siguiente, cuando regreso al trabajo. Lo interesante es que cada mañana encuentro menos motivos para preocuparme qué los que dejé el día antes y la ansiedad ha desaparecido.

Esa noche, el Emperador aprendió una de las lecciones más valiosas de su vida.”