Los alambres del duelo


La vida de cada ser humano, es la historía de un ser que nace sin alambres que le impidan crecer y desarrollarse como individuo, pero que desde la infancia se va cercando a si mismo sin darse cuenta. 

Estos alambres son nuestras creencias, miedos, emociones reprimidas, sucesos conflictivos y todo lo percibido como fuente de dolor y que como tal nos terminan produciendo sufrimiento y queremos evitar a toda costa, pues nos resistimos a ver la realidad tal y como es.

En el duelo, el lógico y profundo dolor por nuestro ser querido, se ve aumentado sin cesar por todos esos alambres antiguos y por uno nuevo y más afilado que puede llegar a paralizarnos durante toda una vida, la creencia que la vida debe amoldarse a mis deseos y la falsa noción que nos hipnotiza a pesar de ser imaginaría, de que todo durará para siempre, trabajo, casa, familiares, etc.

Cuando sólo vemos esos alambres, el fondo de la vida, ese prado hermosos, fresco y radiante que se ve desenfocado en la foto, parece no existir. Al efecto natural del cuerpo humano de protegernos ante el shock inicial desconectando la mente, se le suma las creencias irracionales que antes o después van a ir apareciendo por nuestra mente y causando ese sufrimiento tan doloroso a nivel emocional, que en vez de ayudarnos, nos vuelve autómatas del dolor.

Llega un momento en que si no reaccionamos a tiempo, vamos poniendo más alambres y nos vamos identificando con ellos. Por ejemplo, "Ahora soy viuda para toda la vida". Tu no eres una viuda para toda la vida, eres una persona que ha perdido a su marido. Si te identificas como que eres viuda al cabo de muchos años y nos has rehecho una vida social sin tener que llamarte a ti misma viuda o sin poder hacer cosas por llevar esa etiqueta, es porque el subconsciente entiende que ya no eres una persona que pasa por una dura situación, sino que ahora eres la situación de por vida, entramos en campo de los llamados duelos patológicos y que necesitan de la ayuda de un buen psicólogo o psiquiatra.

Por decirlo de otra manera, al identificarnos con ese "título" y ser parte de nosotros según nuestra creencia, el quitarnos esa forma de vernos, es como morir. Se ha creado un dependencia tan grande, que dejar de ser ese papel que nos hemos creado y que es real para la persona que está totalmente identificada con el, nos crea un "mono" mayor que el de cualquier droga. Y como cualquier paso en la vida, la única forma de dejar esa máscara que nos pusimos para poder soportar ese dolor tan brutal y que nos sirvió mucho al principio pero que ahora se vuelve una verdadera cárcel, es tomando consciencia de él, observando nuestros patrones repetitivos y que generan sufrimiento y focalizándonos en todo aquello que nos llena de vitalidad y alegría. Es un camino que cada uno recorre a su propio ritmo y que todo ser humano va a transitar muchas veces en su vida.

He puesto el ejemplo de una viuda, pero esto se puede extrapolar a cualquier duelo.

Lo bueno de poner tantos alambres en nuestra vida, es que llega un momento en que por su dolor, por sus espinas clavadas en todo nuestro ser, abrimos los ojos y despertamos a la realidad y a partir de ahí comienza a dar paso la serenidad y la angustia vital va desapareciendo como las nubes que pasan por el cielo.

El acompañamiento en procesos de duelo, sea por familiares, amigos o terapeutas, lleva implícito una escucha atenta y sincera, para que podamos tomar consciencia del dolor, lo expresemos, identifiquemos, aceptemos y terminemos llenándolo de amor, dando así paso a una vida más plena como persona que ha salido fortalecida a todos los niveles y que ahora puede ayudar a otras personas con una sensibilidad exquisita y con el amor que produce el saber que los alambres han sido quitados, gracias a que en silencio hemos podido ver el prado que hay detrás de ellos, es decir, nuestro verdadero ser, nuestro ser interno, nuestro yo profundo, nuestra alma, o como queramos llamar a esa parte de nosotros que no podemos ver pero que está siempre observando la vida con paz, amor y total ecuanimidad.

Recordar que sois capaces de ser vosotros mismos, que contáis con unos recursos internos reales y que sólo creéis no tener o haber perdido, detrás de esa alambrada ficticia pero muy real cuando la creamos.

Cuando sientas dolor emocional o mental, respira profundamente y siente esa frescura que nace del prado que ya eres, sin límites y lleno de espacio para amar y ser amado.

Recibid un fuerte y fresco abrazo.

Guillermo J. Recourt