Las Raíces del Duelo

Dedicado a los Padres que han perdido hijos y nunca han encontrado sus cuerpos


Una buena amiga, Martha, madre un hermoso ángel que transcendió su vida física con 23 años, ha buscado en sus raíces internas y ha encontrado la estabilidad y el alimento espiritual necesario para formar y acompañar ahora a otros padres en procesos de duelo.

Es ella quien me ha pedido un artículo que llene de esperanza a los padres de hijos desaparecidos, rotos por el dolor y la desesperación.

Me encomiendo a Dios para poder hacerlo…

Todo proceso sanador en duelo seamos conscientes o no, sale de lo profundo del ser, de lo profundo del alma, pero sólo cuando las raíces han sido recordadas.

No se puede dar lo que no se conoce… Y en los grupos de autoayuda, se da esperanza, se da consuelo y se da Amor… Y se da porque se ha encontrado todo eso en uno mismo, en el silencio del lamento desconsolado, en el grito desgarrador, en el sinsentido del adiós inesperado.

Lo semejante atrae a lo semejante, la luz expande luz y cuando la luz aparece las tinieblas desaparecen.

Llevo tiempo queriendo hacer este artículo, pensando cómo orientarlo, qué será lo más propicio y no terminaba de escribirlo… ¿Por qué? Porque estaba utilizando la herramienta incorrecta. Al espíritu sólo se llega con el espíritu y las palabras y pensamientos por si solos no ayudan a darle sentido al sinsentido, por ello en una meditación me vino el título de “Las raíces del duelo”.

¿Qué tenía que ver este título con el duelo por hijos desaparecidos? Ya no insistí con el pensamiento, sino que utilicé la intuición, confié en la providencia y me deje llevar… Y aquí estoy, absorto en darle forma a la esperanza desde lo profundo del ser, donde lo que surge es de todos. Surge como faro de luz, pues las palabras siguen al silencio que espera aliviar de corazón, al silencio de la oración y su posterior respuesta.

Vivimos en una sociedad que ha perdido sus raíces, se ha desconectado poco a poco de la madre tierra y a renegado así de su propia naturaleza. El hombre se cree diferente a sus semejantes, a su entorno y se ha convertido en el centro de su propio mundo imaginario. Ha enterrado su intuición, sus corazonadas, su sentir más profundo para dar prioridad a ideales sociales, a llegar a luchar y matar por defender lo indefendible y todo por un miedo inconsciente a reconocer lo que somos en realidad, seres de luz caídos en las redes del ego.

El ser humano es gregario por naturaleza, necesitamos identificarnos con algo, una familia, una ciudad, un país, una ideología, un estátus social, un equipo, etc… Y no somos eso, somos el ser que está más allá de esos conceptos, el yo soy verdadero, está eclipsado por un ruido mental que no deja asomar al ser de luz que somos…

Cuando recordamos nuestras verdaderas raíces, empezamos a entender que la belleza que hay tras cada hoja, cada fruto o cada flor, no sería posible sin unas fuertes raíces que dan estabilidad, seguridad y alimento a todo el ser.

Hay muchos tipos de raíces, más largas, más anchas, redondas, ramificadas, etc… Pero todas cumplen el mismo propósito, sustentar la vida de forma armoniosa. No hay un prototipo único de raíz, pero todas tienen en común que cuando la semilla cae en suelo fértil y es regada, desde lo profundo de su ser, empieza a germinar, empieza a salir de la oscuridad que la mantenía inconsciente, para buscar la luz… la búsqueda a comenzado, y un sentimiento de profundizar en el terreno supera nuestro mundo paralizado por los porqués.

En el duelo, la raíz es encontrar el propósito por el que todo pasa en la vida, sólo que en esta ocasión el detonante no viene de la reflexión o la meditación, sino por un acontecimiento imprevisible y doloroso.

Eramos esa fruta conectada al árbol, pero que como todas las frutas de esta humanidad, nos quedamos con lo hermosas que somos o queremos ser, de la zona del árbol donde hemos nacido, si es mejor o peor y nos quejamos si nos da mucho el sol o no nos llega porque estamos muy dentro de las ramas… Sólo vemos lo externo del árbol y vivimos inconscientes de las raíces que nos dan vida y sustento, incluso muchas veces del propio árbol.

El Árbol es la humanidad en su conexión física, mental y emocional… Las raíces su verdadera naturaleza espiritual y la tierra el universo virginal y divino del que mana su esencia, su energía y su espiritualidad.

¿Y qué es la fruta? La fruta es el Amor en potencia, la fruta nace para alimentar a otros seres y después regresar a la tierra para volver a ser árbol cuando las circunstancias así lo den.

El Amor no pide nada a cambio, el amor da libertad a todo ser para vivir su camino, el amor no pide respuestas sino que las da el fruto de su conexión con las profundas raíces.

Si una rama del árbol simboliza a una familia, y esa rama está llena de frutas, cada una de ellas representa a los diferentes familiares, los abuelos, padres, hijos, tíos, etc.

Cada una de ellas viene a cumplir una misión en esta vida, pero todas son hermosas en sí mismas aunque no sean conscientes de las hermosas raíces de las que forman parte.

Unas maduran y caen de la rama con el tiempo, dejándonos su sabiduría, experiencias y amor… Pasando a ser ahora semilla de nuestra propia evolución.

Otras son picoteadas por pajaritos y dan su pulpa con gusto a la vida.

Otras dan abrigo en su interior a gusanos y larvas, enojadas por esas sensaciones, sin darse cuenta que en el fondo están dando parte de su ser a futuras mariposas e innumerables insectos que dan vida a la naturaleza.

Otras son comidas por los animales del bosque, dando su ser para que la vida continúe en la tierra.

Y otras dan alimento a seres humanos hambrientos de vitalidad, energía y paz…

Y por último otras frutas, caen antes de tiempo por los azotes del viento y las tormentas de la vida, llevándolas lejos del árbol y de sus familias. Son frutas jóvenes que abonaran con su inmaculada frescura y energía terrenos yermos, para que la vida pueda seguir expresándose.

Sea donde sea que caigan estas frutas maduras o no, serán abrazadas por la madre tierra y por las raíces conectadas de todas las humanidades que existen en este infinito bosque de la vida.

¿Y qué es el agua? El agua es el Espíritu Santo que da vida eterna a toda la creación… Es la semilla de Dios tras cada partícula del Universo, esperando dar fruto allí donde la consciencia despierte.

Tomar consciencia de nuestras raíces, es una tarea dura y llena de pruebas, pero si somos capaces de percibir que todo tiene sentido, seremos capaces de aceptar los continuos cambios que la vida nos muestra y sobre todo seremos capaces de dar los fruto conscientes del amor.

¿Pero cómo conectar con nuestras raíces? No podía terminar sin señalar un camino a seguir, no podía irme sin daos parte de mi pulpa.

Lo hermoso de nuestra humanidad es que cada uno tiene su propia raíz, que se une a la raíz del prójimo, cada uno necesita conocerse y escuchar su propia intuición.

Echar raíces es dejar de mirar por unos momentos las frutas que tenemos alrededor, dejar de mirar hacia la tierra para ver donde han caído nuestros seres queridos y dejar de pensar donde se habrá llevado la semilla el ciervo, el jabalí o el viento…

Echar raíces es dejarnos mecer por el viento, símbolo de la consciencia despierta , fresca y llena de vitalidad y así sentir la savia que recorre nuestra pulpa…. al sentir esa energía vivificante, sólo tenemos que confiar en observarla y que nos hablé de su recorrido desde lo profundo de la tierra, de su subida por el tronco y de cada rama hermana que da belleza al universo… Ante ese silencio lleno de gratitud, se divisa una luz… Es la Paz Profunda del alma escuchada, es la savia que une a toda la Humanidad y nos enraíza con los que ya no están en la rama, pero que siguen formando parte de nuestras raíces…

El viento azotará una y mil veces la fruta, pero no para quitarnos lo que más queremos sino para ayudarnos a ver más allá de la rama y saber que gracias a ese viento, la rama se mueve y se hace más fuerte, llega más savia a las frutas y esa savia espiritual se hace consciente al sentir esa Paz, esa Armonía y ese Amor que Calma, vivifica y llena de Luz nuestras vidas… Y todo gracias a que tenemos unas hermosas raíces que nos unen a la tierra…

Las ramas, hojas y frutos que no reciben esa savia, terminan secas, sin vida, no dan frutos y terminan sin la flexibilidad y vitalidad necesarias para vivir en armonía…

Los vientos seguirán soplando, las heladas pueden aparecer… Pero hay un sol interior que nos da calor, nos consuela, nos da vida.

En su luz vemos sombras, las sombras de las ramas en la tierra, que sólo están ahí para observarlas, no juzgarlas, aceptarlas y darles gracias porque nos señalan que en lo alto hay una luz que nos ilumina continuamente…

Ese Sol eterno es Dios, siempre generando Luz sin negársela a ningún fruto por podrido y seco que esté… Es la fuente que está detrás de la tierra, de las raíces y de todos los bosques y árboles del Universo…

Llenaos de ese calor interior que no pregunta, que da respuestas en silencio, cuando la mente está en calma y relajada, dejando que el agua turbia asiente sus posos y pueda sentir la corriente que nos lleva al mar, al océano cósmico y divino… Se agua mi amiga, pero agua vivificada por las raíces de tantos árboles que dan forma al agua con frutos hermosos y jugosos.

La oración es hablar con el sol para luego cerrar los ojos y sentir como calienta nuestra piel y así sentir como ayuda a madurar nuestro fruto, fruto que es el amor en movimiento en comunión con los que siempre están y estarán con nosotros y así como un gran tronco enraizado a la sagrada tierra, podremos manifestar la Unión del Cielo y la Tierra con nuestras hojas, frutos, ramas tronco y raíces… Todos somos uno y por eso nos ayudamos, nos consolamos y damos actos de fe, esperanza y caridad… no por creencias, sino por el conocimiento que el duelo, las perdidas, las reflexiones y las meditaciones nos han hecho sentir de manera veraz…

El Cambio, la transformación surge de entender el principio que motiva cada uno de los movimientos del árbol, las ramas, las hojas y los frutos. Cada una de las formas de conectar con nuestras raíces, es personal e intransferible, pero hay una cosa en común a todos, el estar el mayor tiempo posible consciente del momento presente, el estar consciente de nuestras raíces, de lo importante del darnos a los demás, de amarnos los unos a los otros y así sentir las raíces que nos unen.

Esta tarea requiere un equilibrio emocional y de una mente clara y despejada. Para ello la relajación, la respiración consciente, los paseaos por la naturaleza, el mirar las estrellas, el hablar con el corazón, el aceptarse como uno es sin juzgarse ni juzgar a la vida, en fin, todo aquello que nos haga sentir la savia que llega desde las raíces, sentir la armonía de estar presente en el ahora, nos llena de una claridad muy especial, de una tranquilidad conciliadora, pues ya no buscamos lo perdido, sino que descubrimos lo que nos une a ellos realmente, la esencia que nunca muere, pues la muerte no es lo contrario a la vida sino al nacimiento…

Aunque son palabras las que os hablan, insuflo en ellas la savia sanadora que mi corazón pone en ellas y sé que os llegara y así poder celebrar en cada rama un digno homenaje a cada fruto que sirvió a la vida con su Amor, siguiendo ofreciendo lo mejor de cada uno de nosotros en el aquí y ahora.

¿Cuando es el momento idóneo para enraizarnos conscientemente? Ahora…

Y con mi oración en vuestros corazones, os mando por mi savia las raíces sagradas del duelo para que de fruto y os colme con la paz Profunda del que siente sus raíces…

¡Bendiciones desde lo profundo del fruto!

Guillermo J. Recourt.