El perdón o la justicia del corazón.

Cuando nos enfrentamos a un proceso de duelo, una de sus fases está relaciona con el perdón, y al igual que el duelo, perdonar es un proceso de toma de consciencia gradual.

El acto de perdonar o perdonarnos por algo, está rodeado por demasiados condicionamientos externos, ya sean familiares, sociales, religiosos, etc.

Después de meditar en este asunto, he llegado a la convicción personal que el verdadero perdón a uno mismo o a otra persona o situación de la vida, llega de la mano de la Humildad y el Amor.

La Humildad nos hace relativizar las experiencias y entender que cada ser humano está en una fase distinta en su evolución personal, pero que interiormente todos somos seres con un Alma que busca expresarse a través nuestro, y que el perdón nace al comprender las sombras que todos tenemos y da paz cuanto más entendemos que el Amor más sublime, inunda de Luz nuestro ego, disipando así las sombras de la venganza y alfombrando la vida de consuelo y comprensión infinita.

El Amor es como el agua, el gran disolvente universal y a la vez como el fuego transformador que alimenta la esperanza y pone en movimiento este perdón real, que nos libera de juzgar a los demás con ojos mundanos y da paso a una mirada de infinita comprensión y benditos deseos de ayudar.

El fuego transformador, nos libera de esos prejuicios adquiridos en esta vida, que pone tantas verjas imaginarias a nuestras emociones más elevadas, para abrirnos los ojos gradualmente a un mundo más justo, humano y sencillo, donde el Perdón no es una obligación moral que muchas veces está llena de falsedades, sino que pasa a ser un abrazo de luz invisible que despierta la verdadera compasión, fruto de la vivencia interna autentica, que surge tras cada pregunta sincera a nuestra sabia Alma.

El agua purificadora, nos recuerda las palabras de Jesús que decían que sólo nuestro Padre Celestial puede juzgarnos, así que dejemos de vivir el pasado, pongamos Amor en nuestro interior y vivamos en este presente, cambiando lo que no nos gusta y perdonándonos nuestras equivocaciones humanas, que son eso, humanas y no perfectas, y con la sonrisa que da la paz interior, reguemos con amor cada palabra y acción, y así a pesar de que tendremos muchas más experiencias en las que cometamos errores intrínsecos a nuestra naturaleza humana, cada vez seremos conscientes de manera más rápida que estas banalidades que ponen cadenas a nuestra felicidad, son en realidad señales que el Alma pone en nuestro sendero para tomar consciencia siempre de manera gradual, de que lo importante en la vida es aprender a escuchar más la justicia del corazón que es el verdadero AMOR IMPERSONAL y menos a nuestras reacciones condicionadas por lo vivido hasta la fecha…

O vives tú desde dentro y te acercas a la felicidad dentro de la diversidad o la diversidad de tus roles negativos, te harán vivir cada día más desde lo efímero y el verdadero perdón del Alma quedará apagado en un triste corazón de piedra, cuyo epitafio es:

“Nació escuchando a su Alma y termino escuchando a su cuerpo”

Mi deseo más profundo es que cada vez nos hagamos más receptivos al suave susurro del alma, para que algún día cantemos todos juntos a su dulce Perdón…

Recibid un fuerte abrazo lleno de cariño y comprensión.

Guillermo J. Recourt.