La Crucifixión en el Duelo

 



Para los cristianos estamos en las fechas en las que vivimos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Son fechas de recogimiento, de hacer silencio, de equilibrar la vida material con la espiritual.

Todos cargamos con nuestras cruces, pero en el fondo no llegamos a aceptarlas, no llegamos a dejar que nos crucifiquen, es decir, a morir a la imagen egoica y velada que tenemos del mundo y de nosotros mismos.

En el duelo, pasa lo mismo, no llegamos a confiar en que hay algo más grande que nosotros que regula los ciclos de la vida y así la aceptación necesaria pasa a ser resignación y con ella aparece el sufrimiento y la impotencia de ver que no podemos hacer nada por vivir sólo con lo que nos hace feliz…

En la misa del jueves santo el sacerdote dijo: Jesús no vive para nosotros porque lo recordemos, es porque vive que su recuerdo perdura en nosotros. En el duelo se dice mucho que mientras recordemos a nuestro ser querido, no morirá. Y en verdad, es que es su nueva vida espiritual la que que nos hace recordar la unión que existe entre nosotros y recordarle… Recordar viene del latín “recordis” que significa volver a pasar por el corazón… volver a estar en comunión a pesar que su cuerpo físico ya no está.

En el centro de la cruz está el corazón que sigue latiendo y moviéndose, y por otro están las manos y pies paralizados, no podemos hacer nada, sólo esperar en silencio y confiar en Abba, en nuestro Padre Celestial… En el duelo llegar a crucificarnos significa entrar en comunión con el Padre, confiar en Él y dejar de luchar por vivir nuestra verdad velada por la mente y de esa manera silenciarla y escuchar su voluntad y no la nuestra…

Hoy viernes santo, estamos velando a Jesús, estamos armonizándonos con su dolor y sufrimiento y al mismo tiempo sintiendo en los momentos de oración y contemplación la paz de su sagrado corazón latiendo en un eterno compas de luz, vida y amor.

El duelo necesita momentos de silencio como estos, momentos de comunión interior, momentos de armonización corporal, mental y espiritual, para que la Vida pueda seguir su curso y podamos ver más allá de nuestras propias zancadillas mentales y entregarnos a Dios en un eterno “Hágase tú voluntad y no la nuestra, y muéstranos la diferencia.”

Cada duelo es personal e intransferible y cada uno de nosotros lo enfrenta con las “herramientas” que esa misma Vida nos ha ido dando, pero recordar que en lo profundo de nuestro ser siempre hay luz, siempre hay amor infinito y que la fe en todo esto ayuda a soltar con humildad nuestros sufrimientos y creencias erróneas y así poder renacer, resucitar en forma de una persona más llena de Vida, de esperanza, de caridad… No hace falta ser creyente para intuir que somos seres espirituales en una aventura humana…

En esta semana especial, pido a Dios que nos ayude a ser humildes para así poder entrar en nosotros y comulgar con todo ese Amor infinito que no para de manar de su “Corazón” y de esa manera poder ver en todo, la perfección que roza nuestras almas y que no solemos ver por estar demasiado “ocupados” en vivir nuestros sueños en vez de despertar y simplemente VIVIR.

Recibid un fuerte abrazo lleno de paz Profunda y Bendiciones mil en Cristo nuestro Señor.

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